Antes de ser nada somos seres sexuales. De la cuna a la tumba. Nos enamoramos no solamente de personas, sino de ideas, pensamientos, culturas, cosas materiales, y transformamos nuestro mundo. Esa capacidad de mantener a flote las transformaciones está generada por la potencia sexual, de la que los deseos, la voluntad, el entusiasmo vital, y la necesidad de sobrevivir es básica. Cuando fallan, estamos desangelados y sin ganas de vivir. El aburrimiento nos invade y la vida se vacía y se seca. El Yoga nos potencia esa capacidad, y cuando por enfermedad o vejez nos fallaran las fuerzas, encuentra una multitud de apoyos en nuestra espiritualidad, de la que emana todo lo que somos.
Yoga, término sánscrito que procede de la raiz Yug, que significa unir. Yoga se puede entender como el medio por el cual el individuo, conoce su verdadera naturaleza. La verdad de si mismo que no es la individualidad, sino la totalidad única. Es un camino de evolución espiritual, de desarrollo personal consciente, basado en la experiencia del aprendizaje y la comprensión de uno mismo. La escucha atenta en el aquí y ahora. Es la búsqueda de nuestra divina perfección.
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